Autoretrato inmaterial de una hada durmiente


Hay fechas de las que no se puede huir, días que apenas despunta el sol por el horizonte, ya empiezas a sentir la agobiante y nefasta sensación de una amargura que empieza a hervir en las entrañas, en ese lugar inubicable donde su ausencia hizo hueco y vivienda de pesares y preguntas envenenadas, de sueños que se pudren en la soledad de un interior que lleva demasiado tiempo retirado de sentir, buscando un refugio impermeable en lo cotidiano para no sentir dolor; mercando anestésicos en los neones sucios de los tugurios, silencio en el ruido, y tiempo en las prisas de la ciudad.

Hoy es una de esas fechas. Desde antes de asimilar que el día ha comenzado, ya mis sueños me advertían de  lo que me espera para hoy: hoy toca la sensación de una visión, el calor de una noche lejana pero aún demasiado presente; un sentimiento que no volverá - sospecho - una exaltación que existe en un pasado que golpea impúdico de tanto en tanto, una plenitud que existirá en el futuro en forma de recuerdos y añoranzas de lo que no fue, de lo que no pudo ser. Una certeza de que el presente está atrapado en la fina punzada de dolor mezclado con placer que divide el ayer del mañana, el siempre del nunca. Un presente que está preso y contento de estarlo, para no enfrentarse a ciertas cosas en igualdad de condiciones, para seguir escondido en una noche que siempre será la que acompañe a un aprendiz de poeta que cada 8 de julio se tiene que conformar con rumiar su suerte...

Hoy toca repetir en bucle un disco de Antonio Vega, aquél disco de Antonio Vega que tanto vivimos, absorbimos, amamos...y que ya solo me permito el dispendio de pincharlo en días como hoy, días que hacen justicia a sus textos memorizados hace lustros, a sus melodías incrustadas y asimiladas, como escarificadas en el corazón.

Y tu retrato suspendido en la rueda del tiempo de mi conciencia: en aquél día que ocurrió a cámara lenta, la noche que voló, arrasando penas y mortificando angustias, calcinando malos rollos y dulcificando corazones, pacificando conciencias, regalando eternidad aunque fuese por un poco de tiempo, demasiado poco.

El retrato que solo yo veo, el que ella dibujó inconsciente de la obra que creaba, el autorretrato de la madrugada suspendida en el tiempo... Hoy vuelvo a ver su legado artístico e involuntario nacido del milagro: su rostro feliz sobre la almohada, con su flequillo desordenado pegado a la frente, la sonrisa ya inmortal en mis retinas, los párpados rosados escondiendo sueños que no llegaron, que nunca llegarán...

Las farolas de la calle nos bañaban, con su luz filtrada por la translucida opacidad de la cortina, y dotaban de magia al rostro del hada que dormía a mi lado, emborrachada de luz, entrega y ansia de futuro. Estaba tan excitado, tan encendido, tan eclipsado observándote, que una vez más el insomnio me hizo vivir lo que ya no vivo despierto, aquél 8 de julio tampoco podía dormir.

Hoy vuelve a sonar Antonio Vega y erosiono con la marea del ayer el arrecife que me protege del pasado, y vuelvo a ver el bello Inmaterial autorretrato de una hada durmiente que creaste para miese retrato que sólo yo veo, que sólo a mi me pertenece.




Comentarios

  1. Temazo por los siglos de los siglos para una historia que yo te he vivido.
    Abrazos.

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  2. Pedazo de texto, amigo, y pedazo de tema.

    Un abrazo!

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    Respuestas
    1. Hombre lo que pasa es que tu eres mi amigo y así claro...
      Eso si, el tema es una pasada.
      Un abrazo.

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